cual recordando lo que nunca acaba,
el estallido de la yema nueva
y el caer funeral de la hojarasca,
allí, Señor del tiempo
te siente eterno el alma.
José Mª Gabriel y Galán
En Japón y en China, se ha observado, y celebrado, la floración del cerezo y el melocotonero desde épocas remotas. En Europa, las primeras observaciones realizadas con un cierto método son las que empezó a realizar el inglés Robert Marshan en 1736, dando origen a la fenología, ciencia que estudia los fenómenos biológicos que se presentan periódicamente siguiendo ritmos estacionales y que tienen relación con el clima y el curso anual del tiempo atmosférico en un determinado lugar.
El
factor fundamental que influye en la fenología de las especies es el
fotoperiodo o duración relativa del día y la noche, que sirve para reconocer de
forma fiable la época del año, pero a su vez este es modulado por variables
climáticas (como la temperatura, la precipitación, la insolación o la humedad
relativa) y climático-edáficas (como la humedad del suelo).
Los datos fenológicos son importantes para entender los procesos de interacción entre la atmósfera y la biosfera, sobre todo de cara a las aplicaciones agrarias y como complemento en los estudios de cambio climático.
En estas observaciones los árboles ocupan un lugar destacado. Así, por ejemplo, en la red fenológica del Instituto Nacional de Meteorología se observan en la actualidad 87 especies, de las cuales 15 son frutales y 34 corresponden a otro tipo de árboles y arbustos, incluidos algunos ornamentales. Los árboles urbanos nos brindan la oportunidad de seguir de cerca estos cambios estacionales.