con sol rico,
carne mía
con mi espíritu!
Juan Ramón Jiménez, Cancioncillas espirituales, Éstasis
Llevan millones de años aprovechando la
energía del sol de una forma maravillosa, mientras los seres humanos somos
incapaces de usar eficazmente este recurso prácticamente inagotable y carente
de riesgos.
Las plantas son los únicos seres capaces
de generar alimento a partir de una materia inorgánica sin vida. Todas las
hojas están diseñadas para una tarea de la que somos dependientes. De ellas
dependemos para conseguir el alimento que tomamos, el oxígeno que respiramos,
la energía que consumimos...
El “milagroso” proceso, que conocemos con
el nombre de fotosíntesis, transforma la luz del sol, el agua del suelo y el
dióxido de carbono del aire en hidratos de carbono, es decir, en moléculas con
alto contenido energético. Esta es la primera y fundamental fase en la que, por
medio de sucesivas transformaciones, se genera la energía que consumimos, sea en
forma de alimento, madera, carbón o petróleo y derivados. Por si fuera poco, en
este proceso se produce el oxígeno que necesitamos para respirar.
A poco que nos fijemos, podremos
asombrarnos con la disposición de las hojas de los árboles. Las más bajas son,
por lo general, más grandes y de un verde más oscuro que las que crecen arriba.
Esto permite que la luz del sol pueda llegar hasta la parte inferior del árbol,
y que, además, las hojas inferiores (con más cantidad del pigmento que ayuda a
las hojas a absorber la luz solar) puedan captar los rayos más débiles que
llegan entre las sombras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario