Portugalete, y quienes aquí vivimos, tiene una deuda histórica con los árboles. Podríamos mencionar muchas razones, pero hoy nos vamos a centrar en la tradición marinera de la villa. No en vano, el escudo de la villa presenta una fragata de tres palos.
Gracias al producto de los árboles, los seres
humanos pudieron surcar los mares. El origen de balsas, canoas y piraguas es
remoto. Las primeras embarcaciones “sofisticadas” documentadas, basadas en
planchas de madera de cedro, se sitúan en el antiguo Egipto. Diferentes pueblos
y culturas fueron mejorando las técnicas de construcción y navegación. El arte
de la navegación experimentó un gran desarrollo durante los siglos XV, XVI y
XVII, época en la que el puerto de Portugalete tuvo notable actividad.
Este apenas tuvo relevancia hasta mediado el siglo
XV, pero en el siglo XVI la situación empieza a cambiar. En el XVII se situaba
a la cabeza de los puertos del Cantábrico en tráfico mercante; y todos aquellos
barcos que entraban y salían del puerto eran de madera. La madera, ese gran
invento de los árboles, situó a Portugalete en el mapa.
Los bosques, pagaron un alto precio: muchos bosques
de roble quedaron diezmados o desaparecieron debido a la gran demanda de las
numerosas atarazanas (se calcula que para construir un galeón se necesitaban
4.000 árboles).
Hoy en día se construyen pocos barcos de madera,
pero los bosques tienen otras amenazas. Sigue siendo necesario plantar árboles,
también en la villa.
Fuentes consultadas:
Vergés, Ll. 2021. Por los bosques. Los árboles son nuestra
salvación, Alfabeto, Madrid.