Tendemos a crear grandes infraestructuras, y nos olvidamos de los pequeños equipamientos del bienestar, que nos permiten estar en contacto con la naturaleza y con los demás. Es algo que deberíamos tener en cuenta a la hora de organizar nuestros pueblos y ciudades, donde el automóvil ha ido ganando terreno.
Sostiene Francesco Tonucci, pedagogo e impulsor del
proyecto La ciudad de los niños, que estos, al igual que las
luciérnagas, son indicadores ambientales. “Si vuelven ellas, significa que el
aire está limpio. Si los niños vuelven a la calle, significa que hemos hecho
bastante trabajo estructural y social para que esto pueda ser posible”.
Robert Musil, por su parte, decía que “hemos
conquistado la realidad y perdido el sueño. Ya nadie se tiende bajo un árbol a
contemplar el cielo a través de los dedos del pie”.
¿Por qué no acondicionar lugares para ello? Pequeñas
praderas donde tumbarse, parques donde jugar, jardines donde despertar los
sentidos, huertos donde contactar con la tierra, bancos donde sentarse bajo un
árbol…
Hoy he visto
en tus ramas la primera
hoja verde,
mojada de rocío,
como un
regalo de la primavera,
buen árbol
del estío.
A. Machado, Poema del árbol
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