Cuando llegó la 776ª noche, Schehrazada habló de un árbol cantor maravilloso:
“…ni los laudes, ni las
arpas, ni las guitarras producen una armonía comparable al concierto de las mil
bocas invisibles que hay en las hojas del árbol que canta.”
Anónimo, Las mil y una noches
En
realidad, todos los árboles cantan. Su música suena distinta en función de la
fuerza del viento y la edad de los árboles, de si se trata de elementos aislados
o de todo un bosque.
Otra
forma de expresarse es a través de las aves que en ellos se albergan. El
recital será diferente según se trate de un solo ejemplar o de bandadas
enteras.
También
se sirven de la lluvia, una delicada percusionista que dispone de miles de pequeñas
tiernas panderetas verdes.
En
demasiadas ocasiones el ruido de la ciudad, o ese runrún en la cabeza, no nos
deja escuchar el concierto... Empieza el verano, días largos y calurosos que
invitan a refugiarse en la sombra de los árboles y a escuchar sus voces. Pero
para ello hemos de aislarnos del ruido, prestar atención y escuchar.
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