La
biodiversidad urbana se ha convertido en un
indicador de sostenibilidad. Y es
que la ciudad no tiene por qué ser un entorno extraño para la naturaleza.
Establecer infraestructuras verdes, como parques y jardines, es una estrategia
habitual para naturalizar la ciudad. Pero también se puede actuar en las calles
e, incluso, sobre cubiertas, muros, terrazas… Cualquier rincón es bueno para
potenciar la biodiversidad de la ciudad. Así, por ejemplo, cuando el espacio es
reducido y no permite la presencia de árboles, podemos recurrir a otros
elementos. Uno de ellos puede ser la vid o parra. Esta es una planta semileñosa
y/o trepadora que cuando se deja crecer libremente puede alcanzar más de 30 m,
pero que si la poda anualmente queda reducida a un pequeño arbusto.
El cultivo
de la vid fue una importante actividad en Portugalete, donde el txakoli se
servía en pequeñas jarras de barro, conocidas popularmente como jarrillas…
Hoy en día,
sin embargo, es difícil ver vides o parras en la Villa Jarrillera. ¿Por qué no
recuperar una planta que dio carácter a este rincón junto a la ría? Aquella vid abrazada
en el álamo frondoso
pinta un bosquejo glorioso
de insensible enamorada.
pinta un bosquejo glorioso
de insensible enamorada.
Tirso de Molina, Poesías líricas.
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