Yavé
Dios plantó un jardín en edén, al oriente, y en él puso al hombre que había
formado. Yavé Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles bonitos de ver,
y sabrosos para comer, así como el árbol de la vida en medio del jardín, y el
árbol de la ciencia del bien y del mal.
Génesis
El árbol ha sido un poderoso
símbolo desde el principio de los tiempos. Representa la vida del Cosmos, el
crecimiento, la generación y la regeneración. Resulta un elemento esencial en
la cultura de muchos pueblos, que se ha transmitido de generación en generación
a través de costumbres, mitos y tradiciones.
“Quien
antes de su muerte ha plantado un árbol, no ha vivido inútilmente.”
(Proverbio
chino)
"Los árboles
son las columnas de la tierra, si los derribamos el cielo caerá sobre
nosotros."
(Proverbio hindú)
A veces, incluso, resulta
sorprendente el parecido en la forma de expresarlo.
“El día que ya no queden suficientes bosques, el cielo
caerá sobre nosotros.”
(Mito Kamayura, Alto Xingú,
Amazonas)
Muchas tradiciones culturales han establecido una relación
especial con algún árbol determinado: la celta, con el roble; la escandinava,
con el fresno; la germana con el tilo; la hindú, con el ficus, etc. Asimismo,
existía una gran relación entre árboles y dioses: Atis y el abeto, Osiris y el
cedro, Júpiter y el roble, Apolo y el laurel, etc.
Son numerosos los vestigios y
datos que permiten afirmar que en la cosmogonía arcaica indoeuropea, y también
en la vasca, la naturaleza era la expresión del cosmos, entendido como
organismo vivo que se regeneraba periódicamente. El árbol, más
concretamente, era la manifestación
viva de la capacidad de regeneración eterna.
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