Siendo seres sedentarios, los árboles
han resuelto el tema de la movilidad a través de la dispersión de sus semillas.
Esta diáspora aporta diversas ventajas. En primer lugar, las plántulas que
nacen juntas acabarán compitiendo por los nutrientes del suelo y por la
luz. Por otra parte, cuanto más dispersa
esté la descendencia de un mismo árbol menos probabilidades habrá de que se
polinicen entre sí, lo que supone un claro beneficio. Asimismo, se minimizan
los riesgos frente a plagas y enfermedades, que causarían más daños en una
población agrupada.
Varias son las estrategias de los
árboles para dispersar las semillas. Una es dejarse arrastrar por el viento. Es
el caso de los arces, que presentan semillas aladas, lo que les permite
aprovechar mejor la fuerza del viento.
Los animales pueden ser otra vía de
transporte. Muchos son los animales que comen bellotas, por ejemplo. Pero
algunos de ellos, como el ratón de campo o el arrendajo, las esconden en
madrigueras, bajo el suelo, o en oquedades junto a los troncos de los árboles.
Algunas de estas bellotas quedan sin consumir por lo que, si las condiciones
son adecuadas, darán lugar a nuevas plántulas.
En el Parque Nacional Urbano de Estocolmo se ha estimado en 4.300
dólares anuales el valor de los servicios prestados por los arrendajos,
quienes, al enterrar y abandonar bellotas en el parque todos los años, favorecen
una regeneración constante de los robles.
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