Los árboles también tienen un valor didáctico. Favorecen el
contacto cotidiano de la ciudadanía con la naturaleza viva, facilitando su conocimiento y su disfrute.
Los espacios arbolados urbanos suponen una prolongación de la naturaleza, y nos
recuerdan los ciclos y paisajes naturales, lo que constituye un importante
recurso para la educación ambiental. Por
ello, es importante que fomentemos la percepción de estos procesos naturales a
lo largo de las estaciones anuales, de forma que seamos capaces de disfrutar de
su observación y de participar en su cuidado. Los árboles que disfrutamos en la
actualidad son un legado que tenemos que conservar y mejorar.
Existen experiencias educativas
que hacen del contacto con los elementos naturales su seña de identidad. La Bosqueescuela, por ejemplo, es una
iniciativa que promueve y difunde el modelo educativo de Educación Infantil al
Aire Libre. En ella todas las actividades se desarrollan en el bosque, campo o
playa. Los niños y niñas respiran aire fresco, corren, trepan e inventan
juegos, aprenden, se relacionan y crecen al aire libre.
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