martes, 17 de marzo de 2020

Ciudad bosque


¿Hasta cuándo la mano del bosque en la lluvia
me avecina con todas sus agujas
para tejer los altos besos del follaje?
Otra vez
escucho aproximarse como el fuego en el humo
nacer de la ceniza terrestre,
la luz llena de pétalos,
y apartando la tierra
en un río de espigas llega el sol a mi boca
como vieja lágrima enterrada que vuelve a ser semilla.

     Pablo Neruda, Naciendo en los bosques


Con motivo de la celebración —el 21 de marzo— del Día Internacional de los Bosques, no estaría de más aprovechar la ocasión para explorar una alianza entre la ciudad y el bosque, aunque hoy parezca inconcebible.

Como dice Jorge Riechmann “no hay que descartar que se muestre en esta recurrente asociación algo verdadero.[…] El urbanismo del siglo XIX concibió la ciudad-jardín: hemos de dar un paso más allá para imaginar la ciudad bosque”.

La ciudad-bosque sería una asociación descentralizada de barrios convertidos en pueblos urbanos, una urbe rural, con un importante sector primario. Una ciudad que tendería a la autosuficiencia y a una economía circular basada en el reciclaje y las energías renovables. Una ciudad profundamente peatonalizada, con muchos árboles.

Sería cuestión de recuperar y adaptar conocimientos y prácticas que han existido en todas las ciudades a lo largo de la historia. O experimentar nuevas propuestas, como la que está dirigiendo el arquitecto italiano Stefano Boeri a las afueras de Liuzhou, provincia de Guangxi (China). Una ciudad diseñada para albergar alrededor de 30.000 personas, casi 1 millón de plantas, de más de 100 especies distintas, y 40.000 árboles.

martes, 25 de febrero de 2020

Acebo

Nombre en euskara: Gorosti
Nombre científico: Ilex aquifolium

Familia: Aquifoliáceas.

“Y no hubieron andado un cuarto de legua, cuando al cruzar de una senda vieron venir hacia ellos hasta seis pastores vestidos con pellicos negros, y coronadas las cabezas con guirnaldas de ciprés y de amarga adelfa. Traía cada uno un grueso bastón de acebo en la mano…”

Miguel de Cervantes, El Quijote

Este ejemplar se encuentra en la calle Grumete Diego.

Árbol de pequeño tamaño, puede alcanzar los 15 m, de origen europeo. Tiene porte piramidal, con copa densa y ramosa desde la base.

Las hojas son verde oscuras, persistentes, simples y alternas. Suelen tener forma ovalada y el borde fuertemente espinoso en los ejemplares jóvenes y en las ramas más bajas en los adultos.

Hay ejemplares macho y ejemplares hembra que, tras la fecundación, producen unos frutos globosos del tamaño de un guisante, que son verdes al principio y tornan a rojo al madurar.
De crecimiento lento, puede vivir quinientos años, aunque normalmente no pasa de los cien.

La madera de acebo es de muy buena calidad, dura y tan densa que no flota en el agua. Es apreciada por teñirse bien de negro e imitar a la de ébano; además es muy estimada como leña, para hacer carbón y para confeccionar mangos y bastones resistentes.

Con la corteza se preparaba la liga, una goma empleada en la captura de pájaros, actualmente prohibida para este fin. El acebo también se usa mucho como planta ornamental y adorno navideño. Actualmente es una especie protegida.

Aguanta muy bien la poda y tiene numerosas variedades de jardinería que realzan las espinas o matizan su verde intenso con bordes o manchas blancas o amarillas.

Ilex era el nombre romano de la encina, y el naturalista sueco Linneo se lo asignó al acebo por el parecido de sus hojas; aquifolium quiere decir ‘hoja con espinas’.

miércoles, 5 de febrero de 2020

Aceptar el reto

Aumentar su número de árboles es el reto que la Comisión Económica de las Naciones Unidas para Europa ha hecho llegar a las ciudades.
La campaña global Trees in Cities Challenge se lanzó en la Cumbre de Acción por el Clima, celebrada el pasado septiembre en Nueva York con el fin de combatir la emergencia climática y generar un urbanismo más sostenible y resiliente.

El aumento del nivel del mar, las temperaturas extremas, las inundaciones, las sequías y las tormentas amenazan la vida en las ciudades, destruyendo hogares e infraestructuras y poniendo en peligro el acceso vital a servicios básicos como el agua limpia y el alcantarillado. Pero las ciudades no solo son receptoras de las consecuencias del cambio climático; ellas también contribuyen a ello. Algunas estimaciones sugieren que las ciudades son responsables del 75 por ciento de las emisiones globales de CO2, con el transporte y los edificios entre las principales fuentes.

Plantar árboles es una forma sencilla pero poderosa de construir ciudades más sostenibles y resilientes.
¿Cuáles son los beneficios para las comunidades?


Lucha contra la emergencia climática y aumento de la resiliencia urbana. Al absorber el CO2 y refrescar el aire, los árboles ayudan a mitigar el cambio climático y a ahorrar energía, pues reducen la necesidad de aire acondicionado. Los árboles también ayudan a controlar la erosión del suelo, reducen los deslizamientos de tierra, controlan las aguas superficiales, y ayudan a mitigar el daño de las inundaciones.

Aire más limpio. Los árboles intercambian gases con la atmósfera y capturan partículas y contaminantes urbanos.

Ciudades más saludables. Se sabe que la presencia de árboles en las zonas urbanas tiene un efecto positivo en la salud humana al reducir los niveles de estrés, prevenir la obesidad y acelerar la recuperación de enfermedades.

Espacios públicos mejorados y con mayor biodiversidad. Los árboles proporcionan refugio, alimento y hogar a animales y plantas, contribuyendo a la biodiversidad urbana.

Comunidades más fuertes. Se ha demostrado que una mayor presencia de áreas verdes urbanas tiene un impacto positivo en la cohesión social y ayuda a formar comunidades más fuertes.

Aumento del valor patrimonial. Los árboles saludables pueden aumentar los valores de las propiedades circundantes en un 2-10%.

martes, 14 de enero de 2020

Madroño

Nombre en euskara: Gurbitza
Nombre científico: Arbutus unedo

Familia: Ericáceas

Porque no quería tener
algo en nada
se ha ido:
más allá de las dunas azules,
entre madroños y píritus
de negra espina.
Allí
donde dos ríos se unen
como semblantes de soledad.


     Igor Barreto, El árbol de mango

Este joven ejemplar se encuentra en el Parque de las laderas de Azeta.

El madroño es un pequeño árbol perenne que puede alcanzar los 8 m de altura, tiene una copa densa y globosa. Es una especie fundamentalmente mediterránea, aunque también se distribuye por otras áreas.
La corteza es pardo-rojiza, agrietada y escamosa, que se desprende en plaquitas. Las ramillas jóvenes son rojizas, volviéndose grisáceas con el tiempo.
Las hojas son simples, alternas, lanceoladas, de color verde intenso brillante por el haz y mate por el envés, de 8-10 cm de largo y de borde serrado.
Las flores son blancas o rosado-claras, aparecen en grupos colgantes al final del otoño o a comienzos del invierno y tienen forma de campanita cerrada.
Los frutos al madurar tienen un aspecto granulado, carecen de piel, son carnosos, redondeados, de 2-3 cm, rojos o de naranja intenso en el exterior y amarillo-anaranjados por dentro. En invierno se pueden ver flores y frutos maduros a la vez.
Con los frutos se elaboran mermeladas, confituras y bebidas alcohólicas. La madera es densa, muy dura, de excelente calidad como leña y muy apropiada para hacer carbón vegetal. Sirve para tallar pequeñas piezas como cuencos y cubiertos.

Arbutus es el nombre que los romanos daban al madroño y a sus frutos; unedo procede de edo, que significa comer, y unus o uno, es decir, ‘comer sólo uno’, aludiendo al hecho de que los frutos del madroño al madurar fermentan y contienen cierta cantidad de alcohol, por lo que su consumo excesivo puede provocar borracheras o dolores de cabeza.

jueves, 26 de diciembre de 2019

Observar los cambios estacionales

allí donde en la vida se suceden,
cual recordando lo que nunca acaba,
el estallido de la yema nueva
y el caer funeral de la hojarasca,
allí, Señor del tiempo
te siente eterno el alma.

         José Mª Gabriel y Galán


Con el paso de las estaciones se observan en la naturaleza una serie de cambios que tienen relación con la evolución del tiempo atmosférico a lo largo del año, así como con el carácter de éste respecto al clima de un territorio. Es muy importante, para los animales y las plantas de regiones templadas o frías, adaptarse a las estaciones. Esta adaptación se observa en distintos ciclos, tanto de actividad y letargo, como en los de desarrollo. En el caso de los árboles podemos señalar cuatro momentos o fases especialmente significativas: foliación, floración, fructificación y comienzo del reposo vegetativo.
En Japón y en China, se ha observado, y celebrado, la floración del cerezo y el melocotonero desde épocas remotas. En Europa, las primeras observaciones realizadas con un cierto método son las que empezó a realizar el inglés Robert Marshan en 1736, dando origen a la fenología, ciencia que estudia los fenómenos biológicos que se presentan periódicamente siguiendo ritmos estacionales y que tienen relación con el clima y el curso anual del tiempo atmosférico en un determinado lugar.

El factor fundamental que influye en la fenología de las especies es el fotoperiodo o duración relativa del día y la noche, que sirve para reconocer de forma fiable la época del año, pero a su vez este es modulado por variables climáticas (como la temperatura, la precipitación, la insolación o la humedad relativa) y climático-edáficas (como la humedad del suelo).

Los datos fenológicos son importantes para entender los procesos de interacción entre la atmósfera y la biosfera, sobre todo de cara a las aplicaciones agrarias y como complemento en los estudios de cambio climático. 
En estas observaciones los árboles ocupan un lugar destacado. Así, por ejemplo, en la red fenológica del Instituto Nacional de Meteorología se observan en la actualidad 87 especies, de las cuales 15 son frutales y 34 corresponden a otro tipo de árboles y arbustos, incluidos algunos ornamentales. Los árboles urbanos nos brindan la oportunidad de seguir de cerca estos cambios estacionales.

martes, 26 de noviembre de 2019

Jabonero de China


Nombre en euskara: Koelreuteria

Nombre científico: Koelreuteria paniculata

Familia: Sapindáceas

Origen: China, Corea, Japón.

Este ejemplar se encuentra en la estación de tren de Portugalete.


Árbol de porte mediano (entre 7 y 12 m), de hoja caduca. Forma redondeada.

Las hojas son alternas, pinnadas, con 7-15 folíolos irregularmente dentados.
Flores amarillas dispuestas en panículas, que es un tipo de inflorescencia con racimos que van disminuyendo su tamaño a medida que se forma el ápice.

El fruto es una cápsula con forma de farolillo, de color rosado-rojizo en la madurez. Permanecen marrones durante el invierno en el árbol, por lo que también se le conoce como árbol de los farolillos.
Es un árbol de crecimiento lento y una longevidad media (en torno a los 120 años).

Se cultiva como árbol ornamental en regiones de zonas templadas de todo el mundo por la estética de sus flores, hojas y frutos

Recibe el nombre de jabonero por la saponina que contiene toda la planta, pero en especial las semillas. Esta sustancia produce espuma y ha sido empleada como limpiadora.

El nombre genérico (Koelreuteria) fue otorgado en honor a Joseph Gottlieb Kölreuter (1733-1806), botánico alemán, médico, profesor de Historia Natural y Director del Jardín Botánico de Karslruhe. El nombre específico (paniculata) significa "con panículas” y hace referencia a la disposición de sus flores.

viernes, 8 de noviembre de 2019

Mitigar el cambio climático

El cambio climático es una de las mayores amenazas a las que nos enfrentamos. No solo es una amenaza de futuro. Actualmente ya está causando importantes impactos en el medio ambiente, la salud, la economía y el bienestar humano. La principal causa del cambio climático es la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera, entre los que se encuentra el dióxido de carbono (CO2). La lucha contra este fenómeno requiere, por lo tanto, evitar esta concentración progresiva de gases en la atmósfera, reduciendo las emisiones y aumentando su absorción. 

Los árboles son parte de la solución en la medida que participan en ambos procesos. En primer lugar, los árboles ayudan a disminuir el consumo energético, con la consiguiente reducción de emisiones de carbono. Por ejemplo, la colocación correcta de árboles alrededor de los edificios puede reducir la necesidad de aire acondicionado en un 30 por ciento, y reducir las facturas de calefacción en invierno entre un 20 y 50 por ciento.

En segundo lugar, los árboles (las plantas en general) mediante el proceso de la fotosíntesis, captan dióxido de carbono de la atmósfera y generan oxígeno. Un árbol puede absorber hasta 150 kg de CO2 al año.

Por tanto, una de las medidas que podemos, y debemos, adoptar es la de plantar más árboles, también en las ciudades, también en Portugalete.


Árbol, buen árbol, que tras la borrasca
te erguiste en desnudez y desaliento,
sobre una gran alfombra de hojarasca
que removía indiferente el viento…
                           Antonio Machado