Los
árboles ocupan un lugar importante en la producción de van
Gogh, y son los árboles frutales, con sus flores, los que destacan.
En febrero de 1888, van Gogh abandona Paris y se
dirige a la ciudad de Arles, al sur de Francia, buscando un clima más cálido y
un mayor contacto con la naturaleza. Cuando llegó, era invierno y todo estaba
cubierto de nieve, pero a las pocas semanas los primeros almendros comenzaron a
florecer. La primavera se asomaba… Con la intensidad que lo caracterizaba,
completó quince cuadros en muy poco tiempo. Sabía que las flores no duraban
mucho, y que debía apresurarse si quería captarlas en su esplendor.
“Esta mañana trabajé en un huerto de ciruelos en flor. De repente comenzó a soplar un viento tremendo, un efecto que solo vi aquí. En los intervalos el sol hacía brillar todas las florecitas blancas, ¡fue tan hermoso!”
Vincent van Gogh, abril de 1888
Hoy nos detendremos, sin embargo, en la que probablemente fue, todo apunta a ello, su última obra: Raíces de árbol. Se trata de una pintura inacabada que, a primera vista, parece un revoltijo de colores brillantes y formas abstractas. Solo después de una mirada atenta se aprecia una pendiente con troncos y raíces de árboles. Estas raíces fueron descubiertas, en 2020, en Auvers-sur-Oise, el lugar donde Vincent van Gogh las pintó 130 años antes.
Fuentes consultadas:
https://vangogheurope.eu/es/descubrir/eventodetalle/2050/raices-de-arboles-de-van-gogh
https://museovangogh.org/cuadros/raices-de-arbol/
https://www.historiasenverde.com/van-gogh-frutales-en-flor/