
Los árboles tienen
un efecto relajante, debido entre otras cosas al color predominante de las
hojas, el verde. Además, lejos de ser monótono, cambia a lo largo del año,
desde el momento del brote a las épocas de verano y otoño, cuando adquiere
tonos ocres, amarillos o rojizos. Incluso en las especies persistentes, con la
nueva brotación se produce un contraste cromático entre el verde claro de las
hojas nuevas y el verde oscuro de las ya existentes. Favorecen, por otra parte,
el esparcimiento y las actividades
al aire libre, especialmente en verano; a su sombra resulta agradable descansar
en un banco público, tomar un refresco en una terraza, hacer tertulias, pasear,
jugar, etc. Pero no acaba aquí la influencia positiva de los árboles. Se han
realizado estudios que muestran que los pacientes que tenían vistas de árboles
desde la ventana del hospital tuvieron un postoperatorio más corto, con menos
incidencias negativas y menos medicinas ingeridas que los que no tenían esas
vistas[1].
CORRALIZA, J. A. y COLLADO, S.
(2015). “La naturaleza cercana como moderadora del estrés infantil”, en Boletín
Carpeta Informativa del CENEAM, noviembre 2015.
http://www.magrama.gob.es/es/ceneam/articulos-de-opinion/2015-11-corraliza-collado_tcm7-400278.pdf
LOUV, R. (2008). Last Child in the
Woods: Saving Our Children From Nature-Deficit Disorder, lgonquin Books
of Chapel Hill, North Carolina.
[1] Ulrich, Roger S.:
View Through a Window May Influence Recovery from Surgery, Science, 224. 1884
Science, Vol 224, Issue 4647, 420-421